jueves, 29 de enero de 2015

Miradas

Una mirada puede perseguirnos toda la vida,
no es fácil borrar de nuestra memoria una mirada herida.
Hay miradas que matan y otras que simplemente no se olvidan.

En mi camino encontrado miradas amistosas,
bajo la luz de las velas descubrí otras amorosas y,
en los trabajos he soportado unas desafiantes.

Pero de todas las miradas hay una que me desarma,
que me desnuda el corazón y me toca la conciencia.
Esa mirada me convierte en un hombre sin armaduras,
y me quita de mi mente la estúpida soberbia. 

Soy un hombre que se rinde ante una mirada suplicante,
Mis Atalayas, castillos y fortalezas sucumben ante ella.
Si encuentro unos ojos angustiados y temerosos clamar rescate,
intento salir presuroso a socorrerles y brindarles ayuda.

Hace tiempo descubrí una mirada petrificada por el miedo,
eran los ojos de una niña hundidos en un pozo del sufrimiento.
Con su sangre se tiñeron  las arenas ocres del desierto y,
el verde de los oasis quedaron cubiertos por un carmín intenso.

Pobres florecitas del desierto que son cruelmente deshojadas,
sin darles tiempo de perfumar los valles y mostrarse hermosas.
La mirada sufrida y agónica de esa niña “iniciada”,
es como un frío puñal que se clava en mi alma.

Esa mirada me persigue en noches tranquilas y serenas,
aunque han pasado años no consigo apartarla de mis sueños.
Es  imposible de olvidar esos ríos caudalosos y furiosos,
descender por su bello rostro de nácar negro.
RAMCH



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